miércoles, junio 18, 2008

Palmira III

Dibujo, lapiz de color, 42x60

Todos los días salía a visitar alguno de los monumentos que cubrían la llanura; y una tarde, que, ocupado mi espíritu en serias reflexiones, me había adelantado hasta el Valle de los Sepulcros, subí a las alturas que le rodean y desde las cuales a un mismo tiempo domina la vista la totalidad de las ruinas y la inmensidad del desierto... Acababa de ponerse el sol, y una zona rojiza marcaba todavía su curso en el horizonte lejano de los montes de Siria; la luna llena se levantaba por el oriente, sobre un fondo azulado, en las riberas planas del Eufrates; el cielo estaba despejado, el aire en calma; la luz moribunda del día aminoraba el horror de las tinieblas; la frescura de la noche calmaba el fuego de la abrasada tierra, y los pastores habían retirado sus camellos; la vista no percibía ya movimiento alguno sobre la llanura monótona y sombría; un silencio profundo reinaba en el desierto, y sólo a intervalos remotos oíanse los lúgubres acentos de algunos pájaros nocturnos y de algunos chacales... Las sombras se aumentaban y ya no distinguían mis ojos en los crepúsculos más que la blancura de las columnas y de los muros... Estos lugares solitarios, esta noche apacible, esta escena majestuosa, imprimieron en mi ánimo un recogimiento religioso. El aspecto de una gran ciudad desierta, la memoria de los pasadios tiempos, la comparación del estado actual, todo elevó mi mente a las más sublimes reflexiones. Sentado sobre el fuste de una columna, apoyando el codo sobre mi rodilla, sostenida la cabeza con la mano y dirigiendo mis miradas alternativamente al desierto y a las ruinas, me entregué a una profunda meditación.
Constantino Francisco Chassebeuf, Conde de Volney, fragmento de Las Ruinas de Palmira

6 comentarios:

Ogigia dijo...

la ruina termina por convertirse en sueño, la historia en una palabra perdida, ah, el olvido, el olvido...

Anónimo dijo...

Ayer me sucedio algo extraño.
Paseaba con los pies descalzos por las frescas aguas de mi fuente.
Tenia los ojos cerrados, disfrutando del momento y casi sin darme cuenta me fui perdiendo en mi interior.
Fue como si el presente hubiese desaparecido y cuando volvi a mirar , mis pies descalzos caminaban entre las arenas de un ardiente desierto.
No me sentia extraña, era para mi un lugar casi familiar.
Entonces me di cuenta de que estaba en Palmira, tu Palmira ….ya la habia visto otras veces, pero ahora… la miraba desde el centro mismo de su ser.
Recuerdo las ruinas grises y las columnas muertas y desde ahi, desde el principio de la nada, es desde donde se ha levantado esta voluptuosa Palmira que tu has creado y en la que ahora estoy.
Recuerdo cuando timidamente abrio una puerta de entrada al interior del corazon, rota aun por los avatares del tiempo , pero atrapando el primer calor de las intimas miradas, haciendonos soñar y creer que dentro, quizas la involucion del tiempo, habia echo realidad de nuevo el explendor añorado.
Y una vez te decides y cruzas esa puerta, esta explendorosa Palmira, tu Palmira , se yergue tan majestuosa ante nuestros ojos, que es inevitable perderse en ella.
Es calida y voluptuosa, casi sensual y esta llena de vida, aunque … hay que saber mirarla.
Estoy aquí sentada en la escalinata, esperando a Zenobia , se que vendra a saludarme.
Y es que tu Palmira, necesita a su reina para estar completa.
No se si cerrar los ojos… quizas al abrirlos este de nuevo en mi fuente.
Y quizas me pregunte porque tengo la ardiente arena de un desierto en mis pies, si tan solo fue un sueño.

Mimi dijo...

Beautiful colors, these ruins are very haunting.

Jose Antonio G. Villarrubia dijo...

Muchas gracias Maria Antonia.
Un beso

Jose Antonio G. Villarrubia dijo...

Muchas gracias Xana, Zenobia fué una mujer singular, sé que la viste.
Un beso muy fuerte.

Jose Antonio G. Villarrubia dijo...

Thank you Mimi.
Un saludo

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