jueves, junio 26, 2008

El torso de Belvedere, estudio a lapiz.

El torso de Belvedere es un fragmento de la estatua de un desnudo masculino firmado por el escultor ateniense Apolonio. La estua fue descubierta en el Campo de' Fiori (campo de las flores) durante el papado de Julio II (1503-1513). Se creía que se trataba de un original del siglo I A.C. pero en la actualidad se estima que se trata de una copia de una estatua más antigua, probablemente datada en el siglo II A.C. La estatua representaría a esta figura humana sobre un animal, aunque a quién representa exáctamente todavía se discute: es posible que sea Hércules, Polifemo, Marsias, entre otros. La retorcida pose del torso y su extraordinariamente bien representada musculatura tuvo un gran influencia en posteriores artistas (incluidos Miguel Ángel y Rafael Sanzio) del Renacimiento, Manierismo y Barroco.
En la actualidad la estatua forma parte de la colección del museo Pío-Clementino de los
Museos Vaticanos. El nombre de "Belvedere" deriva del Cortile del Belvedere patio de Belvedere donde la estatua fue inicialmente expuesta. El torso no debe ser confundido con el también famoso Apolo Belvedere de la misma colección.

martes, junio 24, 2008

Joven de Nicosia.

Lapiz de color y cretas, 42x60

lunes, junio 23, 2008

Colectiva en Galeria Bernesga, León.



Exposición colectiva en Galeria Bernesga.

Galeria Bernesga
Roa de la Vega, 8
León

miércoles, junio 18, 2008

Palmira III

Dibujo, lapiz de color, 42x60

Todos los días salía a visitar alguno de los monumentos que cubrían la llanura; y una tarde, que, ocupado mi espíritu en serias reflexiones, me había adelantado hasta el Valle de los Sepulcros, subí a las alturas que le rodean y desde las cuales a un mismo tiempo domina la vista la totalidad de las ruinas y la inmensidad del desierto... Acababa de ponerse el sol, y una zona rojiza marcaba todavía su curso en el horizonte lejano de los montes de Siria; la luna llena se levantaba por el oriente, sobre un fondo azulado, en las riberas planas del Eufrates; el cielo estaba despejado, el aire en calma; la luz moribunda del día aminoraba el horror de las tinieblas; la frescura de la noche calmaba el fuego de la abrasada tierra, y los pastores habían retirado sus camellos; la vista no percibía ya movimiento alguno sobre la llanura monótona y sombría; un silencio profundo reinaba en el desierto, y sólo a intervalos remotos oíanse los lúgubres acentos de algunos pájaros nocturnos y de algunos chacales... Las sombras se aumentaban y ya no distinguían mis ojos en los crepúsculos más que la blancura de las columnas y de los muros... Estos lugares solitarios, esta noche apacible, esta escena majestuosa, imprimieron en mi ánimo un recogimiento religioso. El aspecto de una gran ciudad desierta, la memoria de los pasadios tiempos, la comparación del estado actual, todo elevó mi mente a las más sublimes reflexiones. Sentado sobre el fuste de una columna, apoyando el codo sobre mi rodilla, sostenida la cabeza con la mano y dirigiendo mis miradas alternativamente al desierto y a las ruinas, me entregué a una profunda meditación.
Constantino Francisco Chassebeuf, Conde de Volney, fragmento de Las Ruinas de Palmira

viernes, junio 13, 2008

El Cuerno de Oro, Estambul

Dibujo, cretas y grafito 70x40

El viajero sentado junto a la ventana había vuelto a Estambul, la ciudad donde había vivido sus años de niñez y felicidad, una semana antes por primera vez después de doce años de ausencia a causa del fallecimiento de su madre; se había quedado allí cuatro días y había partido en aquel inesperado viaje a Kars. Sentía que la extraordinaria belleza de la nieve que caía le provocaba más alegría incluso que la visión de Estambul años después. Era poeta, y en un poema escrito años atrás y muy poco conocido por los lectores turcos había dicho que a lo largo de nuestra vida sólo nieva una vez en nuestros sueños. Mientras la nieve caía pausadamente y en silencio, como nieva en los sueños, el viajero sentado junto a la ventana se purificó con los sentimientos de inocencia y sencillez que llevaba años buscando con pasión y creyó optimistamente que podría sentirse en casa en este mundo. "
Orhan Pamuk. Nieve (fragmento)

viernes, junio 06, 2008

Palmira II

Dibujo, lapiz de color, 42x60

Y la historia de los tiempos pasados representándose al vivo en mi mente, me recordó aquellos siglos antiguos en que veinte pueblos famosos existían en estos parajes: me figuré al Asirio en las riberas del Tigris: al Caldeo en las del Eufrates y al Persa reinando desde el Indo al Mediterráneo. Conté los reinos de Damasco, de Indumea, de Jerusalén, de Samaria, los estados belicosos de los Filisteos y las repúblicas comerciales de la Fenicia. Esta Siria, decía yo, hoy día casi despoblada, contaba entonces con cien ciudades poderosas. Sus campos estaban cubiertos de villas, lugares y aldeas . Por todas partes veíanse tierras cultivadas, caminos concurridos y habitantes diligentes. ¡Ah! ¿dónde están esas épocas de abundancia y de vida? ¿Cuál es la suerte de esas brillantes creaciones de la mano del hombre? ¿Dónde existen aquellos baluartes de Nínive, aquellos muros de Babilonia, aquellos palacios de Persépolis, aquellos templos de Balbek y de Jerusalén? ¿Dónde están las flotas de Tiro, los astilleros de Arad, los talleres de Sidón y aquella multitud de marineros, de pilotos, de mercaderes y soldados? Y aquellos labradores, y aquellas cosechas, y aquellos rebaños, y toda aquella creación inmensa de seres animados, de que se envanecía la superficie de la tierra, ¿dónde están?... ¡Ah! ¡Yo he recorrido esta tierra devastada!... Yo he visitado los lugares que fueron el teatro de tantas grandezas y sólo he visto en ellos desolación y soledad... He buscado los antiguos pueblos y sus obras magníficas y sólo he visto rastros parecidos a los que deja el pie del caminante sobre el polvo movedizo: los templos cayeron, los palacios se desmoronaron, los puertos desaparecieron los pueblos no existen, y la tierra, desnuda de habitantes, no es más que un espacio desolado cubierto de sepulcros... ¡Gran Dios! ¿De dónde vienen tan funestos trastornos? ¿Por qué causas se ha mudado tanto la suerte de estas regiones? ¿Por qué han desaparecido tantas ciudades? ¿Por qué no se ha reproducido y conservado su antigua e inmensa población?




Constantino Francisco Chassebeuf, Conde de Volney, fagmento de Las Ruinas de Palmira

Archivo del blog