miércoles, enero 28, 2015

Jesús Pino sobre Cuadernos de Pompeya

He visitado la exposición de García Villarrubia. Maestro en la acuarela y la evanescencia. La luz de sus pinturas es frutal y arenosa. Luz de memoria y polvo. Admirable.

martes, enero 20, 2015

Joan Gomper sobre Cuadernos de Pompeya

VILLARRUBIA
Acuarelas
Archivo Histórico Provincial
(C/ Trinidad, 10, Toledo)
Del 8 al 31 de enero

Donde Villarrubia expone una nutrida selección de acuarelas recopiladas como “Cuadernos de Pompeya”, te imaginas un escondido paseo entre yeserías, deambulando a hurtadillas por ese vetusto convento dominico.
Desde su última muestra temática “El tiempo de vencejos” (abril, 2014) dedicada a templos y espacios toledanos, he seguido su obra a través del blog “La mirada del auriga”. Su evolución, la paciente tenacidad creativa, el brillo que se extendió como una disculpa sobre edificios, conmoviéndonos, vuelve descubriendo estas legendarias perspectivas.
La muestra, son variadas arquitecturas reales por lo irreales; casi apuntes y vestigios de masas que forman líneas de color bien combinadas con el aire interpuesto de Pompeya. Las imágenes de la cotidianeidad ida aparecen bellas y armónicas tras una sacra documentación de sucedidos ordenados y turbadoras sugestiones en la retina de este pintor toledano y viajero despierto.
Villarrubia define el color del pasado con masas tenues. Expone sus investigaciones con el trazo limpio de la acuarela, con el análisis del color: un conjunto de seis estudios de frescos, la Casa de los Dioscuros, las termas Estabianas, el Arco de Tiberio, la casa del Atrio Corintio o del Apolo Citarista junto al Arco de Calígula… Deja una sensación de intromisión donde una aparente belleza primera sola. Sobre la encalada pared blanca del templo antiguo ese orden y armonía aparentemente pretenden sosegarnos. Luego, en visión detenida, las sombras, la forma, el efecto riguroso de las perspectivas, los tonos o el claroscuro y el color, conjugan lo real con lo geométrico. Y lo matemático con lo accidental volcánico como ya dijese bien Plinio el Joven a su querido Tácito.
En el acto de sentir y de percibir las partes subalternas de un todo, me quedo con la “Casa de la Venus de la Concha”. Como un principio de unidad hiere la belleza de la
interpretación del todo y de las partes, quizás por lo gráfico de la simetría y por el espíritu de las proporciones. O por el juego de lo tangible y la ilusión con la precisa sencillez de los trazos de color.


© JOAN GONPER

Mariano Serrano sobre Cuadernos de Pompeya

Se ha inaugurado en la Sala de Exposiciones del Archivo Histórico Provincial de Toledo, en la calle Trinidad, 10, una exposición de acuarelas del artista toledano José Antonio García Villarrubia que, como su título indica, nos muestra el resultado de los trabajos realizadostras su visita a la milenaria ciudad de Pompeya.
Es sabido cómo dicha metrópoli romana, construida varios siglos a. C., fue asolada en el año 79 de nuestra era por un gigantesca erupción del Vesubio. El volcán sepultó por entero la zona urbana, sorprendiendo a la población en sus quehaceres cotidianos. En posteriores trabajos arqueológicos se han ido descubriendo las diferentes unidades arquitectónicas que componían la urbe y, actualmente, se pueden contemplar las ruinas de la urbanización ciudadana; restos de las casas, villas, baños, templos, foro, estatuas y demás elementos ornamentales.
Villarrubia nos muestra en su exposición todos estos componentes ciudadanos bajo su personal prisma artístico y característico estilo. Con él recorremos la ciudad a través de sus arcos, portadas, columnas, patios, estancias, termas, pozos y restos las suntuosas villas romanas. En sobrias y luminosas composiciones y dentro de su peculiar gama cromática, el pintor, nos va mostrando los sugerentes rincones, enigmáticos bustos romanos y portadas con columnatas de los templos.
Nos vuelve a deleitar José Antonio Gª Villarrubia con esos azules, grises y rosas iluminados por la romana luz del mediodía, consiguiendo plasmar en sus acuarelas ese clímax nostálgico y melancólico deldramático espectáculo de la destruida Pompeya. Felicitamos al autor por esta bella muestra.

Sagrario Benayas sobre Cuadernos de Pompeya (Después del Apocalipsis)

Ahora que estamos juntos / y siento la saliva clavándome alfileres en la boca, ahora que estamos juntos / quiero deciros algo, / quiero deciros que el dolor es un largo viaje, / es un largo viaje que nos acerca siempre vayas a / donde vayas, / es un largo viaje con estaciones de regreso, con estaciones que no volverás nunca a visitar, / donde nos encontramos con personas, improvisadas y casuales, que no han sufrido todavía.


A lo largo de nuestra vida tejemos muchos viajes, físicos y espirituales. Ya la existencia misma es un itinerario con numerosas estaciones hacia un mismo destino, y con diferentes trayectos, a veces opcionales. Cuando se visita Pompeya, como estudiante de arqueología, en la primera juventud, los ojos buscan, con rigor científico e inquietud investigadora, la sociedad y la cultura material que quedaron congeladas bajo un infernal manto de lava. Si se tiene la suerte de regresar bastantes años más tarde, con un bagaje existencial más pesado, las venerables ruinas parecen heridas exangües en la campiña napolitana, y nos interpelan, con un lenguaje mudo, sobre la esencia misma de la existencia y sobre nuestra propia peripecia biográfica. Los tipos cerámicos que anhelábamos descubrir, en una secreta ojeada, y que componíamos a través de pequeños fragmentos vomitados por la madre tierra, nos resultan casi indiferentes, frente a la tragedia humana de no poder aproximar ya unos labios ávidos a la boca de un vaso para saciar la sed, petrificados cuello, garganta, boca, labios, por la ira sangrante de un coloso, el volcán Vesubio, verdugo inmisericorde que segó la vida de los pompeyanos y arruinó haciendas tras su erupción en el año 79 d. C.
Desde el día 8 de enero de 2015 al 31 del mismo mes, el pintor José Antonio García Villarrubia expone, en el Archivo Histórico Provincial de Toledo, ochenta y seis acuarelas, de diferente formato, en el personal estilo que le caracteriza, a partir de los apuntes que tomó en un viaje a Pompeya y Herculano.
Las personas que no conocen el dolor son como / iglesias sin bendecir, / y yo quisiera recordarte, padre mío, que hace unos / años he visitado Italia, / yo quisiera decir que Pompeya es una ciudad / exacta, invariable y calcinada, / una ciudad que está en ruinas igual una mujer / está desnuda; / cuando la visité, sólo quedaba vivo en ella lo más efímero y transitorio: / las rodadas que hicieron los carros sobre las losas del pavimento; / así ocurre en la vida; […].
Es evidente que el acuarelista José Antonio G.-Villarrubia peregrinó a Pompeya y Herculano y encontró un luz hiriente, cenital, bajo la que se paseaban los fantasmas que se insinuan en su obra pictórica, entre las columnas de las casas pompeyanas y de Herculano. En su retina quedaron fijos para siempre las formas y el espíritu de la que fuera pujante ciudad romana, matrona fecunda y oronda, a cuyos pechos se criaban humanos y bestias (¡pobre perrillo enterrado que resucitó en el parto de las excavaciones arqueológicas!). En Pompeya y Herculano, el dolor se hizo materia inmortal, por obra y gracia del dios Vesubio. En 1748, el rey de Nápoles Carlos II de Borbón comenzó los trabajos de desescombro y apertura del yacimiento y su puesta en valor. El arte es expresión, consecuencia de una impresión estética o espiritual. Pero después de la catarsis, las ruinas adquirieron el equilibrio de la eternidad, a pesar de la negligencia de los poderes públicos italianos con esta competencia, en su conservación y mantenimiento. G.-Villarrubia ha ido más lejos, y con sus pinceles, balsámicos en nuestro espíritu, ha transcendido la materia, reconciliando a la Humanidad con la Naturaleza, y ha extraído belleza estoica de lo que fue horror e infierno.
[…] así ocurre en la vida; y ahora debo decirte / que Pompeya está quemada por el Vesubio como / hay personas que están quemadas por el / placer, / pero el dolor es la ley de la gravedad del alma, / llega a nosotros iluminándonos, deletreándonos los huesos, / y nos da la insatisfacción que es la fuerza con la que / el hombre se origina a sí mismo, / y deja en nuestra carne la certidumbre de vivir / como han quedado las rodadas sobre las calles de / Pompeya.
José Antonio G.-Villarrubia nació en Toledo (1965), y cursó estudios de diseño gráfico en la Escuela de Artes y Oficios de Toledo. En su juventud, ha sido discípulo del pintor Pedro Cano. Ha sido seleccionado, dentro de muestras colectivas, en los certámenes de acuarela Villa de Caudete (Albacete), en 2009; Ciudad de Ceuta; Benalmádena (Málaga) y Puig Rodá (Vinarós, Castellón), en 2010. Participó en las siguientes exposiciones durante 2008: colectiva, Academia de Bellas Artes Santa Cecilia (El Puerto de Santa María, Cádiz); colectiva, Galería Bernesga(León); colectiva, Castillo Pitamiglio (Montevideo, Uruguay); colectiva,Arte Club (Montevideo, Uruguay); colectiva, Palacio de Benacazón(Toledo) y, colectiva, Galería Adarve (Toledo); en 2009, colectiva,Bienal de Acuarela Villa de Caudete (Albacete). Ha exhibido su obra en la sala de exposiciones del Sitio Histórico de Melque (San Martín de Montalbán, Toledo) y en El Antojo (Toledo), en 2009. También participó, en 2010, en una exposición colectiva, en Ordizia (Guipúzcoa), y colgó, en la toledana Galería de arte Ar+51, la original exposición de acuarelas, Fleurs, en 2012. A partir de este momento, adquirió un mayor compromiso con su estética, como lo evidencia su presencia, cada vez mayor, en espacios artísticos, como la Exposición internacional de acuarela en Dos Hermanas (Sevilla). Fue finalista en dos certámenes: la Bienal de acuarela de Villa de Caudete (Albacete) y en el Certamen de Acuarela de Benalmádena (Málaga). Expuso enVenti per Venti, una colectiva (Nápoles, Italia). Es también ilustrador de libros.
Nota: La poesía Ahora que estamos juntos pertenece a Luis Rosales, tomada de: Poesía de tema arqueológico. Antología I, selección de textos: Rafael García Serrano, Ciudad Real, 1977, pp. 45-46.

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