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Mariano Serrano
En la Biblioteca de Castilla-La Mancha en el Alcázar ha expuesto el artista toledano José Antonio G. Villarrubia, diez y seis acuarelas de gran formato, todas de paisajes, rincones y monumentos de Toledo, inagotable en motivos pintorescos de donde tantos pintores se han inspirado, desde nuestro Greco hasta todos los que han pasado y admirado nuestra ciudad. Cada uno interpretó a Toledo captando sus innumerables perspectivas con las diferentes composiciones de su propia identidad.
G. Villarrubia nos muestra con su personalísima óptica un concepto nuevo y distinto de ver Toledo. Torreones almenados, puertas encastilladas, murallones guarnecidos de minúsculas saeteras que conforman el paisaje de una ciudad baluarte. En sus acuarelas de diferentes tonos, donde el color se armoniza un una sola gama, los volúmenes, las sombras y las luces son los protagonistas que estructuran las diferentes composiciones. Hay que haber nacido y vivido en Toledo, para conocer esas mañanas nebulosas en las que un velo de luz matiza los perfiles de las edificaciones, cuando el sol pugna con la niebla que sube del Tajo para iluminar la ciudad.
Porque esos son los momentos que Villarrubia ha captado en sus cuadros. Cada espacio de Toledo que el pintor refleja en sus obras, son ensoñaciones de los infinitos y mágicos aspectos de la Ciudad. Desde el Valle, San Jerónimo, el cerro del Bu, la piedra del Rey Moro, Santa María de la Cabeza, en fin, afortunados descubrimientos que sólo un toledano es capaz de imaginar.
Con motivo de la exposición «Fleurs», de este acuarelista, dedicada a las flores, me sorprendió y significaba, entonces, la «atmósfera» que rodea a sus composiciones con ese estilo tan peculiar que identifica al artista con solo ver su obra. Característica, esta, que determina la personalidad del autor y que está presente en todos los cuadros de la muestra del Alcázar. Villarrubia ha bebido en las fuentes del gran acuarelista Pedro Cano y, como buen alumno, ha asimilado su técnica, pero enriqueciendo su propia identidad y creando un estilo muy personal, alejado de la acuarela convencional, y que parece haber sido concebido para pintar a Toledo: sus puertas, murallas, torres y puentes, convertidos por los pinceles del artista en un ensueño para el espectador. Es muy interesante y merece la pena ver la obra de José Antonio G. Villarrubia, un gran acuarelista toledano.
Mariano Serrano Pintado
Texto publicado en ABC Toledo hoy Domingo 22 de Septiembre de 2.013
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Exposiciones
jueves, septiembre 19, 2013
Sagrario Benayas.
TOLEDO ETERNO
Exposición de acuarelas OPPIDUM
Venid conmigo, y la regalada y balsámica atmósfera en que vais á [sic] a respirar, os hará conocer cuán dulcemente puede deslizarse la vida en estos senos, lejos del bullicio de la ciudad y del humo de la lisonja cortesana, apartado de las intrigas y los negocios.
Sueña el Rey Moro de la leyenda toledana desde la gran peña que domina el Tajo y su ciudad –roca que siglos más tarde llevará su nombre– e incluso ve con los ojos cerrados la invicta Toledo. Con la mente acaricia perfiles amados, e inaccesibles. Tal vez este amor casi perfecto sea una mezcla de poesía y obsesión. Toledo, siempre Toledo. Y como el hijo del islam tiene la cultura de sus antepasados, no deja de recitar, creyente, piadosas aleyas, que vuelan sobre la cimitarra de acero de Damasco que forma el río, y se escuchan como suspiros. Pero el Enviado y los que con él creen combaten con su hacienda y sus personas. Suyas serán las cosas buenas. Cuando los ojos del siervo de Alá se recrean en la hoz del Tajo, contemplan la media luna plateada. La arboleda y las verduras se inclinan y rinden vasallaje al padre Tajo, en busca del agua, generadora de vida. Tierra y agua, principios vitales de nuestra fuerza (acuarela IV: Panorámica del Paseo del Tránsito desde la ermita de la Virgen de la Cabeza; acuarela V: Vista de Toledo desde la Vega Baja). Frente al sitiador, las casas, en sepia, se arrebujan al calor del seno materno –el peñón toledano– y, en verdad, parece que la tierra las engendró y parió. Suaviza la luz dorada los perfiles cúbicos de las arquitecturas, y el polvo solar de poniente desdibuja las líneas rectas y las ondula. Monocromía en oro del atardecer de la otrora imperial ciudad. No obstante, brilla, sin mácula y pintura algunas, como un faro en la tormenta, el alcázar. Poderosa es la fábrica de mármol, / el noble alcázar de almenados muros, / las metálicas puertas, cedro y bronce; / pero más poderoso que el mismo poderío / es el deseo de poder que inflama / con su voraz centella el pecho inerme (acuarela I: Díptico de Toledo; acuarela II: Puerta de Alfonso VI; acuarela III: Vista de Toledo desde San Jerónimo; acuarela VII: Vista norte de Toledo; y acuarela XII: Vista de Toledo). Cómo pasan por la imaginación del musulmán, mientras oprime la fortaleza con el asedio, las imágenes de cada lienzo de muralla virgen, cada torreón sin desmochar, cada puerta que nunca traspasó (acuarela VI: Murallas; acuarela VIII: Torreones; acuarela XIII: Murallas desde Bisagra). Piedra sobre piedra. Valor y coraje de los asediados.
Y sobre todo, para él, el alcázar, es la alhaja de la urbe, en oro y hierro, damasquinada, y… de perfiles aristados y letales como el filo de un alfanje… Estrella cegadora y engañosa, canto de sirena, la mirada de unos ojos en un rostro oculto por un liviano velo de seda, que prometen sin palabras, un reto de conquista para cualquier hombre que respete el Corán. Déjanos conservar el imposible / sabor de poseerte, / ensayar un abrazo sin respuesta, / enterrarnos contigo; / bríndanos, inmóvil, la solución difícil, / el don de amarte en la impotencia. Enjuga tus lágrimas, enamorado, si
piensas que nunca gozarás a quien adoras, pues siempre en el amor más puro germina la renuncia de sí… (acuarela XV: Alcázar). Del alminar, ¿qué queda? Del alcázar, / ¿qué queda? Del amor, del poderío, / del deseo, ¿qué queda? Un son de piedra / un nombre vago y falso, un aire triste. En la última visión (acuarela XVI: Caserío toledano), Toledo se desvanece, cual fin de todos los anhelos imposibles; en cubos de terrones de azúcar, que desaparecen, pero endulzan la vida; en cubos de tiza para escribir el nombre de nuestros antepasados; de quienes se quedaron para engrandecer la tierra, pero no de quienes se tragó el olvido. Pero tú, Toledo, más allá de los errores de mi generación y de las culpas de quienes me precedieron, siempre serás eterno…
He tenido la suerte de asistir a la inauguración, el pasado día dos de septiembre, de la refrescante exposición de acuarelas del pintor toledano José Antonio G.-Villarrubia, que se prolongará hasta el veintiuno de este mes. Para todos aquellos que quieran disfrutar de un momento placentero, no olviden acercarse a nuestra Biblioteca Regional, en el Alcázar de Toledo, para encontrarse con Oppidum, en el pasillo de la Sala Borbón-Lorenzana. O lo que es lo mismo, Toledo eterno, visto a través de los ojos de G.-Villarrubia, y que reinterpretan los pinceles de un artista que vio nacer la propia ciudad, y en cuya educación y sensibilidad han contribuido sus raíces, como podrán observar. La muestra consta de dieciséis acuarelas de variado formato, y que formaron parte de un conjunto mayor, hace años, en la sala de exposiciones de Melque. Se unen en su estilo tradición y vanguardia. Del carácter inquieto del autor y siempre en la búsqueda de nuevas soluciones plásticas, da buen testimonio esta coqueta exposición, dispuesta de forma lineal, lo que contribuye a la lectura del discurso estético, sin interrupciones arquitectónicas. Respecto a los colores, el artista escoge “la arcilla” de nuestro solar: sepias, ocres, plomizos, magenta, cenizas, siena tostado, rojo veneciano, caput mortum…
José Antonio G.-Villarrubia tiene tras de sí un laborioso periplo artístico. Fue alumno de la Escuela de Artes y Oficios de Toledo, donde cursó estudios de diseño gráfico. Admira al pintor Pedro Cano, residente en Roma y Murcia. Y ha sido seleccionado, dentro de muestras colectivas, en los certámenes de acuarela Villa de Caudete (Albacete), en 2009; Ciudad de Ceuta; Benalmádena (Málaga) y Puig Rodá (Vinarós, Castellón), en 2010. Participó en las siguientes exposiciones durante 2008: colectiva, Academia de Bellas Artes Santa Cecilia (El Puerto de Santa María, Cádiz); colectiva, Galería Bernesga (León); colectiva, Castillo Pitamiglio (Montevideo, Uruguay); colectiva, Arte Club (Montevideo, Uruguay); colectiva, Palacio de Benacazón (Toledo) y, colectiva, Galería Adarve (Toledo); en 2009, colectiva, Bienal de Acuarela Villa de Caudete (Albacete). Como antes he dicho, ha colgado su obra en la sala de exposiciones del Sitio Histórico de Melque (San Martín de Montalbán, Toledo) y en El Antojo (Toledo), en 2009. También participó, en 2010, en una exposición colectiva, en Ordizia (Guipúzcoa) y disfrutamos, sobre todo, en la toledana Galería de arte Ar+51, con una original exposición de acuarelas con el nombre de Fleurs, en 2012. A partir de este punto, se intensifica su carrera con una Exposición internacional de Acuarela en Dos Hermanas (Sevilla), la Bienal de Acuarela de Villa de Caudete
(Albacete), donde es finalista. Expone en Venti per Venti, una colectiva (Nápoles, Italia). También fue finalista en el Certamen de Acuarela de Benalmadena (Málaga) y diseñó la portada del libro Conectada María Antonia Ricas.
No hay nada más sugerente para el espíritu y la loca imaginación, que una exposición de pintura sobre Toledo. Yo me he tomado la licencia de publicar unos breves apuntes sobre lo que vi y me sugirió, que así quedan reflejados.
Y el cuadro que habéis pintado tan al vivo á [sic] la vista de los monumentos que aun la dejaron los años de su ancianidad, podréis cerrarle con una perspectiva brillante, en cuyo primer término pondréis estos vergeles bajo un cielo azul y transparente, y allá en lontananza la ciudad decrépita envuelta en la bruma espesa de su desolación y su ruina.
Nota: Los textos entreverados en mi artículo corresponden a las siguientes obras: Antonio Martín Gamero, Los cigarrales de Toledo, ed. de 1982; Poesía de tema arqueológico. Antología I, selección de textos Rafael García Serrano, 2011, reed.; El Corán, ed. preparada por Julio Cortés, 2002; y Fatéma Mernissi, L´amour dans les pays musulmans, 2008.
Texto aparecido en el ABC cultural de Castilla la Mancha el 14 de Septiembre de 2.013
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