jueves, diciembre 14, 2006
Toledo
Acuarela, 70x66
Desde el mirador del Valle que esta situado sobre el Tajo y las ruinas del molino, al atardecer, mes de Junio
Acuarela, 60x80
Desde los callejones de San Jeronimo, al tardecer, mes de Abril.
Desde el mirador del Valle que esta situado sobre el Tajo y las ruinas del molino, al atardecer, mes de Junio
Desde los callejones de San Jeronimo a media tarde, mes de Abril
Acuarela, 60x80
Desde los callejones de San Jeronimo, al tardecer, mes de Abril.
Desde la Ermita del Valle, por la mañana, mes de Mayo.
Desde la Peña del Rey Moro, al atardecer, mes de Mayo.
Acuarela, 102x42
Desde el Valle, unos metros antes de llegar al arroyo de L a Degollada, a media tarde del mes de Febrero.
Ascendiendo a Toledo, lentamente por la polvorienta carretera, el encanto de la espantosa fortaleza se hace más y más intenso, y pasas otra frontera, la frontera del tiempo.
Sybill Fitzgerald.
Desde el paseo frente a la Vega, una mañana de Octubre.
Desde el Valle, en el mirador sobre las ruinas del molino, una tarde de Febrero.
Desde el Valle, subiendo a la Ermita, una tarde del mes de Febrero.
Llegué ante una ciudad medieval de clara vista, alzándose con tejados, torre y campanario en el interior de sus murallas, gris y antigua, más no tocada desde los dias de sus primitivos constructores.
William Morris.
William Morris.
Acuarela, 102x42
Desde el Valle, unos metros antes de llegar al arroyo de L a Degollada, a media tarde del mes de Febrero.
Ascendiendo a Toledo, lentamente por la polvorienta carretera, el encanto de la espantosa fortaleza se hace más y más intenso, y pasas otra frontera, la frontera del tiempo.
Sybill Fitzgerald.
Desde el paseo frente a la Vega, una mañana de Octubre.
En una ciudad de la que tengo conocimiento, ya cabecea adormilado un centinela solitario cuyos señores están muertos, que se ha vuelto demasiado viejo y somnoliento como para expulsar el denso silencio que infecta las calles; mañana iré a ver si se encuentra todavía en su puesto. Para mi se construyó Babilonia y la rocosa Tiro; y los hombres todavía construyen mis ciudades. Todo el Trabajo del Mundo es la creación de ciudades y yo soy la que las hereda todas.
Lord Dunsany. El señor de las ciudades (Fragmento)
Lord Dunsany. El señor de las ciudades (Fragmento)
Acuarela, 90x40
Desde el Valle, en el mirador proximo a la antigua fabrica de ceramica de Sanguino, una mañana de Febrero.
Desde el Valle, en el mirador proximo a la antigua fabrica de ceramica de Sanguino, una mañana de Febrero.
Desde el Valle, en el mirador sobre las ruinas del molino, una tarde de Febrero.
Desde el Valle, subiendo a la Ermita, una tarde del mes de Febrero.
Stewart Dick
El artista que realmente pudiera pintar Toledo sería un gran artista. Al menos conozco a uno que vuelve a ella año tras año.
Pero hay muchos cuadros en Toledo que no podrán jamás ser encerrados en el lienzo. No puedo pensar en Toledo sin pensar en cuadros.
No he conocido vista de ninguna ciudad que se aproxime en grandeza a ninguna de las dos entradas a Toledo, la una desde justo pasado el puente de Alcántara, la otra desde mas allá del puente de San Martín. El hombre que quiera tratar tales temas debe trabajar a gran escala. Las cuerdas son enormemente vibrantes, la melodía es profunda y enérgica., todo es grande y majestuoso. Difícilmente parecería una ciudad construida por hombres normales, los accesos son tan magníficos, las masas desperdigadas de manera tan magistral como descuidada. Parece obra de titanes.
El artista que realmente pudiera pintar Toledo sería un gran artista. Al menos conozco a uno que vuelve a ella año tras año.
Pero hay muchos cuadros en Toledo que no podrán jamás ser encerrados en el lienzo. No puedo pensar en Toledo sin pensar en cuadros.
No he conocido vista de ninguna ciudad que se aproxime en grandeza a ninguna de las dos entradas a Toledo, la una desde justo pasado el puente de Alcántara, la otra desde mas allá del puente de San Martín. El hombre que quiera tratar tales temas debe trabajar a gran escala. Las cuerdas son enormemente vibrantes, la melodía es profunda y enérgica., todo es grande y majestuoso. Difícilmente parecería una ciudad construida por hombres normales, los accesos son tan magníficos, las masas desperdigadas de manera tan magistral como descuidada. Parece obra de titanes.
Hay veces en que, al morir la tarde, los últimos rayos del sol flamean sobre las torres más altas y envuelven en resplandores dorados el caserío terroso de la ciudad, como si, por obra de algún antiguo hechizo, el polvo de los siglos se transmutara en oro. Entonces, los ojos de la imaginación nos pueden mostrar cosas que casi siempre permanecen ocultas: tal vez palacios resplandecientes de los visigodos elevándose sobre la bruma, o quizá alcázares árabes rodeados por jardines y altos minaretes, como los que hace siglos se encumbraban sobre estas rocas, cuando Toledo era una de las perlas más admiradas de la España musulmana. A medida que nos confiamos a la fantasía, las barreras del tiempo se van desvaneciendo, al igual que los arcos del puente de San Martín, apenas visibles ya entre las veladuras de la niebla.
Carlos Montuenga, “ Las estrellas brillan sobre Toledo. Ciencia y filosofía en Al-Andalus,” (Fragmento)
Carlos Montuenga, “ Las estrellas brillan sobre Toledo. Ciencia y filosofía en Al-Andalus,” (Fragmento)
Acuarela, 76x66
Desde la Ermita de la Virgen dela Cabeza, una tarde de Marzo.
Pio Baroja
La ciudad apareció a lo lejos, con su caserío agrupado en la falda de una colina, destacándose en el cielo su color amarillento, con traza humilde y triste; algunas torres altas y negruzcas se perfilaban enhiestas entre la masa parda de sus tejados torcidos y roñosos. Fui acercándome a Labraz por una carretera empinadísima, llena de pedruscos, que subía primero y rodeaba después el recinto amurallado de la población, los restos de los baluartes que aún se conservaban en pie, las antiguas fortificaciones derruidas que iban subiendo y bajando por los desniveles de las lomas, por los riscos y barrancos que circundaban la ciudad. Pasado el puente se hallaba la puerta, de una sola pieza, de madera ya carcomida, que se deslizaba de arriba abajo entre dos ranuras y que tenía como refuerzo clavos de hierro y enormes cerrojos. El portal concluía en un pasillo estrecho y lleno de aspilleras en las paredes... a la mitad del pasillo había otra puerta de tablas... Era Labraz un pueblo terrible, un pueblo de la Edad Media.
Pío Baroja El mayorazgo de Labraz (fragmento)
Desde la Ermita de la Virgen dela Cabeza, una tarde de Marzo.
Pio Baroja
La ciudad apareció a lo lejos, con su caserío agrupado en la falda de una colina, destacándose en el cielo su color amarillento, con traza humilde y triste; algunas torres altas y negruzcas se perfilaban enhiestas entre la masa parda de sus tejados torcidos y roñosos. Fui acercándome a Labraz por una carretera empinadísima, llena de pedruscos, que subía primero y rodeaba después el recinto amurallado de la población, los restos de los baluartes que aún se conservaban en pie, las antiguas fortificaciones derruidas que iban subiendo y bajando por los desniveles de las lomas, por los riscos y barrancos que circundaban la ciudad. Pasado el puente se hallaba la puerta, de una sola pieza, de madera ya carcomida, que se deslizaba de arriba abajo entre dos ranuras y que tenía como refuerzo clavos de hierro y enormes cerrojos. El portal concluía en un pasillo estrecho y lleno de aspilleras en las paredes... a la mitad del pasillo había otra puerta de tablas... Era Labraz un pueblo terrible, un pueblo de la Edad Media.
Pío Baroja El mayorazgo de Labraz (fragmento)
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Toledo
miércoles, diciembre 13, 2006
Puerta de Bisagra.
Acuarela, 64x54
Sin embargo, mis pensamientos están lejos de aquí, con Bethmoora en su soledad, cuyas puertas se baten abiertas. Hacia delante y atrás oscilan y crujen, crujen con el viento, pero nadie las oye. Son de cobre verde, muy hermosas, pero nadie las contempla ahora. El viento del desieto deposita arena en sus bisagras y ningún vigilante viene a aliviarlas. Ningún guardia merodea por las almenas de Bethmoora, ningún enemigo las ataca. No hay luces en sus casas, ni pisadas en sus calles. Se alza allí, muerta y solitaria, al otro lado de las Colinas de Hap. Me gustaría contemplar Bethmoora una vez mas, pero no me atrevo.
Lord Dunsay, fragmento de Bethmoora.
Sin embargo, mis pensamientos están lejos de aquí, con Bethmoora en su soledad, cuyas puertas se baten abiertas. Hacia delante y atrás oscilan y crujen, crujen con el viento, pero nadie las oye. Son de cobre verde, muy hermosas, pero nadie las contempla ahora. El viento del desieto deposita arena en sus bisagras y ningún vigilante viene a aliviarlas. Ningún guardia merodea por las almenas de Bethmoora, ningún enemigo las ataca. No hay luces en sus casas, ni pisadas en sus calles. Se alza allí, muerta y solitaria, al otro lado de las Colinas de Hap. Me gustaría contemplar Bethmoora una vez mas, pero no me atrevo.
Lord Dunsay, fragmento de Bethmoora.
Acuarela, 64x54
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